Y espero, y espero que sea como antes, aunque sepa que ya nunca lo será.
No puedo dormir, me dice. No puedo. Y a mí encantaría acunarle, y llevarme su pena, llevármela donde no la pueda encontrar. Y devolverle la sonrisa a esos ojos azules que ahora están tristes. Y cantarle una nana, o contarle un cuento y llevarle al sueño. A un sueño feliz. A un sueño imposible.
Y con él también lo intento, intento llegar a él a través de mil recovecos, me acerco con cuidado, intentando no espantarle. Y le pregunto, sin preguntarle, y le cuento y le pido que me cuente. Y a veces se escapa, y otras lo consigo, consigo acercarme a él, y así intentar atrapar parte de su dolor y enseñarle que hay mil cosas que es capaz de hacer. Y hacerlas bien.
Y aunque ellos me dan sombra, soy yo la que quiero acogerlos en la mía.
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